jueves, 7 de enero de 2010

Me voy

Me voy. Creo que son las palabras más indicadas para explicar lo que estoy sintiendo ahora. Estoy tratando de no seguir llorando, a pesar de que me duele más que nada, lo que estoy viviendo ahora. Las cosas son complicadas. Y tengo miedo, mucho miedo. Me siento como una pequeña criatura indefensa en medio del mundo, me da miedo que me vayan a olvidar cuando desaparezca. Y tengo que irme. No sabéis cuán complicado es decir todo esto, no sabéis lo difícil que es este momento para mí, pero tengo que prepararme antes, para que cuando ella llegue, sólo deba comprar los pasajes y cargar mi equipaje.

Es complicado decir todo esto, porque no sé cuándo va a llegar el día en que me marche de aquí. Puede ser dentro de años, meses o unas cuantas semanas. Y duele, y duele mucho. A veces me gustaría tener la capacidad de olvidarlo todo, o que con algún instrumento me borraran la memoria. Sería excelente, realmente lo sería. Porque sería mucho más sencillo para mí poder marcharme, sin saber a quienes o a qué esté dejando atrás. Pero no tiene importancia, supongo.

Me estoy desvaneciendo poco a poco, mis ojos se van convirtiendo en dos gotitas de líquido salado. Es complicado, ¿sabéis? Porque no tengo ni la menor idea de lo que está pasando aquí, no sé qué estoy sintiendo, no sé por qué me pierdo en todo esto... ahora noté que, necesito apagar la luz.

Supongo que tengo miedo, porque de todas formas siempre fue el miedo lo que me frenó. Tengo miedo porque no sé qué me está esperando allí. Tengo miedo, de que no me guste lo que me está esperando al otro lado, pero supongo que no tiene remedio.

Me siento como una niña pequeña que se esconde en sus sábanas porque no sabe que hay dentro del armario o bajo la cama... Quiero salir corriendo a un lugar en que nadie me pueda encontrar, un lugar en que no pueda recibir noticias de ningún tipo, un sitio, en el que, pase lo que pase, al final sea yo la última en enterarme. Allí quiero estar, con mi música y mi guitarra, con mis lápices y mis cuadernos. Allí quiero estar, lejos, escondida... Yo.. en realidad yo... no sé qué hacer. Ni qué pensar, ni qué esperar.

Me arden los ojos, creo que es porque he llorado toda la mañana y la tarde. No me gusta estar así, con toda esta inseguridad, con toda esta pena, esta angustia, porque a mí también me gusta disfrutar de las cosas de la vida, aunque a veces no lo parezca, pero siempre hay días en que las cosas parecen ir completamente mal, días en que a pesar de que en el cielo haya un sol inmenso, tú mueres de frío.

La vida juega con cartas marcadas, sabe perfectamente todo lo que va a suceder con tu vida, con mi vida, con la de todos. Se le podría llamar trampa, ¿verdad? Pero jamás he oído que la vida haga trampas. Aunque si pudiese atraparla haciéndolas, cometiendo un delito, sería perfecto como para poder denunciarla y que la vida, la dulce y victoriosa vida, tuviese que pasar un par de años detrás de las rejas. Ahora me estoy imaginando que eso es poco posible.

Pero ¿qué importa? Nada. Si aunque sea por poco tiempo, he encontrado lo que buscaba; esa compañía irrompible, pero demasiado distante para ser compañía.